English followed by une version en français y una versión en español.
Much work has gone into these lines and likely much work remains. This is, or these are, the sort of poems that are never finished. Each time one revisits them, one finds something to revise.
Hace mucho tiempo, me presenté a un examen competitivo internacional que consistía en traducir del francés y el español al inglés. Me alegró quedar entre los primeros y, dado que me siento bastante cómodo (digamos) en francés y siempre me cuesta el español, me sorprendió que mi puntuación en español fuera ligeramente superior a la de francés. Supongo que esto se debió a dos razones: las frases tienden a ser más fáciles de traducir entre el inglés y el español que para el francés, y mi enfoque del español fue más humilde. Trabajé con mucho esmero, muy consciente de mis limitaciones.
¡Solo puedo esperar que estos factores conduzcan a textos en español legibles aquí en Montaigbakhtinian! Y especialmente en lo que se refiere a la poesía, ya que esta requiere no solo un alto nivel de fluidez, sino también una sólida comprensión de las convenciones poéticas españolas y latinoamericanas y de posibles nuevas direcciones para estos géneros poéticos. También en este aspecto soy muy consciente de mis limitaciones.
English
That damn neighbor, Paul
Her daughter, she thought, in a doggish way,
Was getting long in the tooth,
Leaving she – Mom – to pine away,
Without a grandchild or two.
“Why not?” she proposed one sunny day,
“That nice neighbor on my floor?
A good pension he seems to have,
And he bikes, he runs and more.”
“Mother!” daughter (Jane), outraged:
“I’m hardly as old as you!
Paul’s lost his hair, and, can I say,
His ‘equipment’ might be loose?”
“You’ll never know unless you try,”
With a wink, our Florence said.
And Jane, she quickly retorted:
“Perhaps it’s Dad he’d bed.”
Oddly, thusly, a fresh thought arrived;
And Mom gave it a nurturing home:
If only “Dad” would go somewhere . . .
Leaving she and neighbor alone.
And when that day here it was,
Not timid she went to his door.
(Virginal-ish in a white silk dress;
Bra, panties . . . on closet floor.)
And Flore, she knew the words she’d use
To greet Paul’s descending gaze;
But as barefoot she on carpet stood,
“O Jane! O Jane!” he brayed.
And then his bray, Jane’s cries drowned out.
Young woman, old man . . . how dare!
Rutting together behind that door;
Such pleasure . . . Could this be fair?
When next the ladies happened to meet
One solemn high holiday,
Mom she said through sweetish teeth:
“What’s new with you these days?”
“Nothing much,” our Jane smiling replied,
“Unless you’re referring to Paul.
For once I took your sage advice;
His equipment’s not loose at all.”
Oh what’s a poor, poor mother to do,
When down on all her luck?
Not to use a vulgar rhyme,
But on it her mind got stuck.
Jane, meanwhile, was a week in Paris,
Then off hiking in Nepal.
With Florence left to walk the dog,
For that damn neighbor, Paul.
Français
Le satané voisin, Paul
Une nuit longue, une maman en tong
Manquait quelque chose, mais quoi ?
Elle pensait, qu’au moins, en vieillissant,
Sa fille lui devait un petit.
« N’as-tu jamais, » elle lui dit,
« Considéré mon voisin Paul ?
Une pension ample, je sais qu’il a,
Et son corps, son corps… Pourrait être un remède. »
« Maman ! », dit la jeune femme, sans le moindre intermède,
« Les troncs de toi et de ton ami Paul
Ont des cernes ornés de sombres plis
Qui provoquent plutôt la nostalgie.
« Et plus de fric ton Paul pourrait avoir
Qu’il abrite de cheveux gris.
Et si productif son équipement doit être…
À court y retrouverais-je aussi ? »
« Tu ne sauras rien sans rien essayer » –
Une formule que des parents apprécient ?
« Peut-être, c’est Papa », Jane rendit la balle,
« Que ton Paul va sélectionner. »
Et c’est ainsi qu’une idée vit le jour
Et que la mère l’a nourrie :
Si seulement « Papa » allait quelque part,
Les plaquant, le beau voisin et la jolie voisine…
Et inshallah ! Oh, que ce jour joyeux arrive !
En balconette noir sous robe blanchie,
La maman demi-vierge, son aigre culotte
De matrone, à la poubelle condamnée.
Approchant la porte, la mère famélique,
Jette un regard à ses nénés.
Mais alors ! Mais d’abord ! Que fallait-elle entendre ?
« O Jane ! Ma Jane ! » Les bêlements résonnaient !
Et en dessous de ça, de ce Paul débridé,
Nageaient les hourras de sa fille !
Une voix si précoce, un homme décrépit –
Mais où est la justice ?
Des semaines plus tard, un jour saint et solennel,
A nouveau les dames réunies.
Entre les dents maternelles, sucrées-aiguisées :
« Quoi de neuf, ces jours-ci, mon inestimable fille ? »
Avec un sourire tout aussi vif,
« Ben… pas grand-chose », notre Jane répondit.
« A moins que tu n’évoques ce si serviable Paul.
Je peine à l’imaginer si près d’ici. »
« Mais figure-toi, comme pour une fois,
J’ai dû suivre tes bons conseils.
Et grâce à cela, de l’équipement,
Je peux te tranquilliser.
« Lent, il peut être
Et dur par moments,
Mais à ta place, de son rendement,
Je ne me plus préoccuperais. »
Oh, que peut-elle faire, une mère démunie,
Lorsque la chance l’a si pleinement fuie ?
Je n’ose pas ici répéter les mots plutôt grossiers…
Mais un vieil esprit imaginez dans eux submergés.
Le couple, pour sa part, une semaine printanière
A du passer à Saint-Tropez.
Puis au Népal, il leur a fallu atterrir ;
Date de retour, à ce jour, pas tout à fait fixée.
Et Florence n’avait que ses raffermissantes
Et Papa, bouche bée, qui trompetait.
O les nuits longues, O les après-midi –
Les bidules aux oreilles, des souvenirs maudits.
Quelle chance, pensait-elle si amèrement,
La clé d’un Paul dans une poche à réparer.
Maintenant, si je le veux, et une fois pour toutes,
Je pourrais, chez lui, ma culotte remonter.
Et, dans un tel état, elle ne trouvait non plus amusant
De devoir vider la sale litière
De la chatte de ce satané Paul
Et de tout cet étage damné.
Español
El maldito vecino, Paul
Una noche triste, una madre, Florencia,
mirándose largamente en el espejo,
pensó en su hija, envejeciendo,
sin darle un nieta o nieto.
“Alguna vez”, preguntó por su cría,
¿“has considerado a mi vecino Paul?
Una amplia pensión, creo que tiene,
y su cuerpo no requiere cura”.
“Mamá”, su Juana, su tardía hija,
no tardó en responder:
“Los baúles tuyos y los de tu Pablo
tienen anillos que aún yo no tengo.
“Y las manchas del hígado, el cabello disperso…
¿hasta qué punto las cubre el dinero?
Y si buscas de verdad la productividad,
¿es mejor un equipo oxidado?”
“No sabrás nada sin nada intentarlo”,
contestó la madre deseosa.
“Es acaso con Papá”, la pelota fue devuelto,
“con quien se acostaría tu vecino”.
Así nació -quién sepa cómo- una idea
que se cuidó con esmero:
si un día “Papá” tuviera que salir,
dejando vecina con su vecino…
¡Y ese día llegó! Rejuvenecida,
La mamá virginal en vestido seda blanca.
Y sostén desgastado, y braguitas de matrona:
ambos abandonados, esquina oscura.
Al acercarse a la puerta ya sabía ella
cómo haría al señor la reverencia.
Pero… cuando sus dedos besaban el felpudo…
¡“Mi Juana! ¡Mi Juanita”! ¡Ay, no! Su Pablito!
Y en medio del rebuzno, unos pequeños gritos,
como si alguien estuviera en celo.
Una voz tan precoz, un hombre tan decrépito…
¿No había vergüenza, no había justicia?
Semanas después, un día santo, solemne,
las damas volvieron a encontrarse.
Entre dientes maternales, dulces-afilados:
¿“Qué hay de nuevo, mi querida hijita”?
Entre dientes filiales, dulces-afilados:
“No mucho”, contestó su radiante Juanita.
“A menos que te refieras a ese querido
que vive al final del vuestro pasillo.
“Sólo piensa, por una vez,
he seguido tus consejos peritos.
Equipo oxidado que no encontré,
así que tú puedes relajarte.”
“Y si a veces va lento,
y si a veces se pone duro…
¿Su productividad?
No debería preocuparte mucho”.
Oh, ¿qué puede hacer, una mamá así,
cuando pasa una tan mala racha?
No quiero repetirle las palabras groseras
con las que se inundó su cabeza.
La pareja, por su parte, una semana de primavera
tuvo que pasar en Paris.
Después, en Nepal, un lugar sin muchas nubes,
y sin pormenorizar el regreso.
Y dejaron a Florencia, nuestra pobre señora,
al lado del Papá roncando.
O las noches largas, o las tardes grises,
audífonos a las orejas pegados.
Qué suerte, pensó Mamá, con más que remordimiento,
una llave en su garra derecha.
Ahora, si quiero, podría desnudarme
en su entrada apestando gato.
Y podría ser más divertido
que cambiar la arena
de las malditas antiguas
en este suelo árido.
— Poem(s) and artworks by William Eaton.

This poem has a companion: “The not so sad ballad of Blankitty Swank,” which appears in my collection Light verse, light verse: Everything else is worse. In Blankitty’s case, her young wife (yes, female) runs off with her businessman father “Giving her the business on his lap.” But Blankitty gets her revenge by hooking up with a “computer dude” who helps her take over her father’s business (while also being more attentive in bed).

Now also available: a new collection of poetry and prose: 4 billion eggs. This book has items in English (mainly) and also French, Spanish and Italian. Most of these poems or short personal essays were originally published on Montaigbakhtinian.




[…] Maldito, satané, damn neighbor Paul! […]